Cuarto Domingo de Pascua - Padre Adán Royal
Abril 24, 2021 - 7:00 PM

Grabación de audio

Una verdad esencial de nuestra fe es que el único propósito de nuestra existencia es ser feliz; es recibir el infinito amor incondicional de Dios y conocer el gozo que da la experiencia de ese amor.

Esta idea, es la esencia de la imagen del Buen Pastor. Aunque fuimos creados solo para la felicidad, somos realmente malos en encontrarla. La buscamos en todos los lugares imaginables, en las cosas, en las personas, y en las experiencias. Parece que eso nunca funciona. Dejados solos, tendemos a desviarnos cada vez más del camino correcto en un camino interminable para nuestro propósito. Dios vio esto en nosotros. Así que vino a nosotros en carne y hueso. Vino a nosotros como un pastor. A el descarriado, el lo empuja hacia el camino correcto. A el completamente perdido, el lo recoge y lo lleva. Incluso da su vida para defendernos, para ofrecernos el mayor regalo de ver cuánto nos ama.

Y en todo esto seguimos siendo libres. El Buen Pastor nunca obra por obligación. A veces nos empuja un poco con fuerza, pero solo porque nos ama y sabe que solo su camino nos llevará a donde realmente queremos ir. Pero la elección sigue siendo nuestra.

Hoy ya no vemos a nuestro pastor en la carne. Pero no nos abandonó. Nos dejó la Iglesia. Nos dejó los apóstoles y sus sucesores. La Iglesia tiene muchas reglas. Parece tener una opinión sobre casi todo. Puede resultar abrumador. Y, si somos honestos, a veces todos no estamos de acuerdo con algo. Debido a nuestras experiencias de vida, las influencias de las personas que nos rodean, o cualquier otra razón, puede haber ciertas afirmaciones de la Iglesia que simplemente no comprendemos o no podemos aceptar.

Y eso está bien, siempre y cuando no permitamos que permanezca allí. La Iglesia solo enseña lo que nuestro Buen Pastor nos ha revelado. Sus reglas y fórmulas no están arraigadas en una voluntad de control, ni son dictados arbitrarios de personas obsesionadas con una existencia ideal. Son el camino que Cristo nos trazó. Son el camino por el que fuimos hechos para caminar y el único camino que puede llevarnos a la verdadera felicidad. Entonces, si bien está bien que luchemos por aceptar o creer ciertas cosas, es esencial que luchemos. Luchar es un acto de fe; es fe que busca entendimiento. Entonces, donde sea que estemos en la vida, sean cuales sean nuestros desafíos, volvamos todos y escuchemos la voz de nuestro Buen Pastor que todavía nos habla a través de la Iglesia y sigamos su camino hacia la vida y la felicidad.