Good Friday - Fr. Adam Royal
April 2, 2021 - 7:00 PM

Audio Recording

The final days of Jesus’ life are a reliving of the drama of creation. We, that is humanity, begin our existence in the Garden of Paradise. We are free from suffering and want. God walks among us and we enjoy his friendship. Then something changes; a discordant note enters into the harmony of creation. A small voice speaks to us, tempts us to believe that we are not beneath God, but his equals. The serpent seduces us into resisting God and taking our fate into our own hands, to becoming masters of life and creation. But it was a lie. When we resisted God we did not gain mastery over life; instead, we became slaves of death.

When Jesus stands in Gethsemane, he too is in a garden. It is not the Garden of Paradise, but the Garden of Suffering and Death. It is a garden not of God’s creation, but our creation. It is the wasteland of human longing, a memorial to the vanity of our struggle against death. Again, the serpent appears. Not, this time, speaking a lie, but speaking the truth. “These people are not worthy of your love. They will abandon you. Look at the evil in their hearts. Do not suffer and die for them.” Unlike our first parents in Eden, Jesus does not listen to the serpent. He resists him and submits to God. Jesus, fully conscious of the sins of humanity, submits to the will of God. He freely hands his life, his body, over to the temporal powers and endures the punishment that was meant for us. In so doing he breaks the ancient curse that has held us in bondage. When Jesus denied himself, when he resisted his own natural desire to escape suffering and save his life, he reversed the sin of Adam and Eve. He restored the order of the cosmos and humanity’s friendship with God.

To follow Jesus, to die and rise with him, is to live out this example in our own lives. The true enemy of the Christian has never been the world, it has always been ourselves, our own disordered desires. To follow Jesus we must deny ourselves. We must resist ourselves, so as to become obedient to God and enter into his eternal joy.


Santo Viernes - Padre Adán Royal
Abril 2, 2021 - 7:00 PM

Grabación de audio

Los últimos días de la vida de Jesús son una revivificación del drama de la creación. Nosotros, la humanidad, comenzamos nuestra existencia en el Jardín del Paraíso. Estábamos libres de sufrimiento y necesidad. Dios ahí camina entre nosotros y disfrutamos de su amistad. Entonces algo cambio; una nota discordante entra en la armonía de la creación. Una vocecita nos habla, nos tienta a creer que no estamos por debajo de Dios, sino por sus iguales. La serpiente nos seduce a resistir a Dios y tomar nuestro destino en nuestras propias manos, a convertirnos en dueños de la vida y la creación. Pero era una mentira. Cuando resistimos a Dios, no obtuvimos dominio sobre la vida; en cambio, nos convertimos en esclavos de la muerte.

Cuando Jesús está en Getsemaní, él también está en un jardín. No es el Jardín del Paraíso, sino el Jardín del Sufrimiento y la Muerte. Es un jardín no de la creación de Dios, sino de nuestra creación. Es el páramo del anhelo humano, un monumento a la vanidad de nuestra lucha contra la muerte. Nuevamente aparece la serpiente. No, esta vez, diciendo una mentira, sino diciendo la verdad. “Estas personas no son dignas de tu amor. Te abandonarán. Mira la maldad en sus corazones. No sufras y mueras por ellos ”. A diferencia de nuestros primeros padres en el Edén, Jesús no escucha a la serpiente. Jesús lo resiste y se somete a Dios. Jesús, plenamente consciente de los pecados de la humanidad, se somete a la voluntad de Dios. Entrega libremente su vida, su cuerpo, a los poderes de la tierra y soporta el castigo que estaba destinado a nosotros. Al hacerlo, rompe la antigua maldición que nos ha mantenido en cautiverio. Cuando Jesús se negó a sí mismo, cuando resistió su propio deseo natural de escapar del sufrimiento y salvar su vida, revirtió el pecado de Adán y Eva. Restauró el orden del cosmos y la amistad de la humanidad con Dios.

Seguir a Jesús, morir y resucitar con él, es vivir este ejemplo en nuestras propias vidas. El verdadero enemigo del cristiano nunca ha sido el mundo, siempre hemos sido nosotros mismos, nuestros propios deseos desordenados. Para seguir a Jesús debemos negarnos a nosotros mismos. Debemos resistirnos a nosotros mismos para ser obedientes a Dios y entrar en su gozo eterno.